lunes, 5 de diciembre de 2011

Nicaragua Nicaraguita, la flor más linda de mi querer...

Qué hermosa tierra! Qué linda gente, cuanta abundancia tiene el universo. Nuestro primer destino fue la ciudad de León, hermosa, rodeada de volcanes. Llegamos sin saber a dónde íbamos a parar y que nos iba a suceder. 

Bajamos de la Banana y lo primero que tomamos fue un cafecito en el parque central mientras contemplábamos la caída del sol, el ritmo de la ciudad y como telón de fondo una imponente catedral. Entre sorbo y sorbo se dio la conversa con unos señores que allí se reunían siempre a esa misma hora.

Todos ellos tenían en común un combate en la montaña en defensa de la revolución Sandinista, se denominaban los "Héroes de Veracruz". Hoy en día, todos ellos llevan adelante el "Museo de la Revolución" que se encuentra justo ahí, frente a ese mismo parque.

Y así como todo rola, como todo se acomoda y como la magia existe, terminamos durmiendo en el museo por cinco días. Eso si estuvo bueno!!!


Durante esos días nos alimentamos de: historias de guerra, utopías, solidaridad, fraternidad, compromiso social, política y otras yerbas, nos quedamos llenos de emoción.

Muchas gracias a todos los Héroes de Veracruz por abrir sus puertas y su corazón, León, Nicaragua.

(Ana)

EN EL HOSPITAL 

Mientras dormía, bajo la foto del Che Guevara, empezó a picarme. Ya conozco ese picor y ya a los primeros síntomas la reconozco: infección en las vías urinarias. En El Salvador he aprendido a auto medicarme. Dejé de ir al médico, cuando uno seudo-doctor primero intentó internarme en su clínica privada, después me recetó ocho (repito: ocho) medicamentos diferentes y se encabronó terriblemente porque me negué a comprarlos en su farmacia privada. No podía aceptar que las medicinas fueran tan caras y descaradamente lucrativas para los médicos y farmacéuticas.

Pero llego a Nicaragua y, otra vez, empieza a picarme. Decido ir a un hospital público, justo a dos cuadras del museo: me meto no tanto por necesidad sino por curiosidad. Al entrar miré la gran imagen del presidente Ortega sonriendo y tuve la clara sensación de que me iría a arrepentir.

- Pase a medicina, me dice una recepcionista después de llenar una ficha con mis datos.
Golpeo la puerta correspondiente, abro la puerta un tantito (lo suficiente para ver que el cuarto estaba amontonado de gente) cuando una mano agarra mi ficha y me grita: - Nosotros le llamamos!
Me siento en un gran salón de espera junto a decenas y decenas de personas: ¿cuánto tendré que esperar?

Pero no es para tanto: media hora después una enfermera destroza mi nombre en voz alta: es mi turno! Entro en el cuarto que aún está saturado de médicos y pacientes. Una mujer está grabe y su hija llora en voz alta.

“Me llamo Jaqueline y soy estudiante de medicina”. Dice la doctora, linda y sonriente; empieza a revisarme en una silla, casi no me puedo mover por la cantidad de gente y no puedo parar de mirar la señora que está grave. Pero Jaqueline me escucha y me dice que son necesarios unos análisis de sangre y de orina. Voy al laboratorio en la segunda planta donde otro practicante, lento pero muy delicado, me pincha y me da un tarro (estilo tarro de marmelada o de aceitunas) para la pipi. Una hora después los resultados de los análisis estaban listos, los llevo a Jaqueline, que me receta un antibiótico y unas pastillas para la fiebre “por si te da”. Después me dan las medicinas... GRATIS y me despiden.

Conclusión: hospital público totalmente gratuito y atención de calidad (con excepción de los tarritos de aceitunas!). Posteriormente me entero que también la educación en Nicaragua es gratuita, que el agua del chorro es potable y buena, que la gente sale por la noche porque León es segura, que el municipio organiza un carnaval de mitos populares y que tenemos el permiso de actuar el la plaza pública sin problemas. 

Así me recuerdo de aquella canción “Pero ahora que ya sos libre Nicaraguita yo te quiero mucho más”.
(Nico)

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DONDE LOS PÁJAROS ESTÁN LIBRES

Decíamos que en Nicaragua iba a ser difícil trabajar con el teatro. Como siempre, todo lo contrario: llegamos a Montibelli, a unos 20 km de Managua, que fue una finca de café y hoy es una reserva silvestre privada, habitada por el bosque y los animales. Desde las sillas mecedoras se pueden observar pájaros de todos los colores que vienen a tomar agua en unos floreros de cerámica; un árbol centenario extiende sus ramas por más de 30 metros, como una enorme mano que atrapa la luz. No podíamos creer a nuestros ojos cuando nos dieron unos hermosos cuartos con toallas y sabanas limpias, unas enormes ventanas con vista al bosque y nos dicen que la cena está lista. Ana me mira y empezamos a gritar de alegría sin darnos cuenta que se nos oía en toda la reserva!!


Que placer, que dicha!!! Nos dan hospedaje en este lugar a cambio de unas funciones en el pueblo y para los niños y niñas de una escuela cercana. También actuamos en la escuela más fresa de Managua, donde los chicos enseñan la tarjeta de crédito y hablan ingles entre ellos. 
La familia Montibelli nos mima un montón con su cariño y atención, el lugar es hermoso, las comidas listas sin mover un dedo, el silencio, la luz que filtra entre las ramas, hicimos caminatas en el bosque junto a Juan, que nos enseña los pájaros y los monos aulladores. 

La función en Montibelli

También participamos en un cocktel de la red de Reservas Silvestres Privadas en Managua donde, con dos copas de vino en el lomo, nos aventamos a hacer relaciones públicas logrando – atención, atención – dos funciones más y una propuesta de hospitalidad en Panamá. Gracias a nuestra “manager” Claudia y a todo el equipo de Montibelli: con ustedes nos sentimos en familia!

(Nico)

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Algunas fotos de la función que tuvimos en la Curie School de Managua:











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EL OSTIONAL


En Nicaragua estuvimos pocos días pero bien aprovechados: después de Montibelli llegamos al Ostional, una minúscula comunidad en la costa pacifica sur, ya casi llegando a Costa Rica. Allí también funcionamos para los niños y niñas de la comunidad y se rieron tanto, pero tanto que casi no podíamos continuar... que placer!! Gracias a Salvador, Carolina y Diego, la familia que nos hospedó con amor y buenas historias.

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